El abuelo del doctor Emilio, también médico, fue asesinado en un paraje entre Caldas y Antioquia, en el amanecer el siglo XX, cuando se trasladaba a lomo de caballo rumbo a la casa de uno de sus pacientes. Era un hombre bondadoso, dadivoso, como tantos otros de esas épocas y de las actuales, y le arrebataron la vida por robarle lo que llevaba en las alforjas.
Del abuelo, Emilio heredó el amor por la medicina y la devoción por los demás. Hizo el juramento hipocrático y lleva 16 años dedicado a salvar vidas, o al menos a hacer todo lo posible por salvarlas.
El año rural lo hizo en un pueblo entre Cauca y Nariño, muy montañoso, donde paramilitares y guerrilleros repartían matanza y desgracia todos los días con sus noches.
Ahora vive en Medellín, ciudad que se ha convertido en su segunda casa, su segunda patria y, prestando sus servicios en Metrosalud, ha sido uno de los soldados más aguerridos contra el coronavirus.
¿Por qué quiso ser médico?
“Tomé la decisión de ser médico para mejorar la calidad de vida de mi familia y por qué quería ser científico. También por mi abuelo”.
¿Qué fue lo más difícil que tuvo que enfrentar, como médico, antes de la actual pandemia?
“Sin duda, lo más fuerte de enfrentar fue la guerra, esa interminable guerra que padece Colombia. Por ejemplo, tener que enfrentar la muerte de un paciente, asesinado en una ambulancia por paramilitares”.
¿Con toda esta difícil situación de la pandemia, qué opina de todo lo que está pasando en Metrosalud?: los despidos, la insolvencia económica.
“La situación es muy delicada y me hace sentir mal porque soy relativamente nuevo en Metrosalud, llevo cinco años. Hay personas con siete y diez años de experiencia, y verlos en esa situación es muy horrible; personas con 45 o 50 años, y uno se pregunta: ¿dónde los van a contratar de planta? En este oficio ya no hay nada estable, sólo la muerte por coronavirus”.
¿Y qué desató este problema?
“El problema de Metrosalud es profundo y es para un debate de muchas horas, hasta de muchos días, no de 20 minutos. Todas las administraciones pasan y ninguna llega a conocer realmente a Metrosalud: cómo se trabaja, qué sucede en la institución, y cómo afecta eso a los usuarios. Pero entonces llega un ‘pinche’ asesor y pretende saber todo y decide qué se debe hacer y que no en Metrosalud”.
Sin embargo, usted es feliz en la institución
“Ser médico de la ESE Metrosalud es algo muy importante para mí, pues me siento parte de un proyecto institucional de referencia nacional y en toda América Latina. La paga es buena, aunque cuando uno se dedica a la medicina, el dinero es lo menos importante”.
¿Qué pasa por su mente cuando escucha, ve o lee sobre agresiones a otros colegas del gremio médico? Durante esta pandemia, tan sólo en Medellín, la prensa habla de ocho amenazas de muerte y más de una decena de agresiones.
“Cuando ocurren agresiones a personas que están en el gremio siento mucho desánimo, una profunda tristeza que no puedo describir. La ignorancia y la desinformación son los detonadores que originan ese problema, y si a eso le sumamos la justicia inoperante, el mal se multiplica”.
Una de esas desinformaciones es que la gente piensa que a los hospitales y médicos les dan plata por cada enfermo por coronavirus, ¿qué tanto de verdad hay en eso?
“El Estado sí destina un dinero para ayudarles a los hospitales con los gastos de las unidades de cuidados intensivos. La gente no sabe, pero cada día de uso de una unidad de cuidados intensivos puede costar entre 5 y 10 millones de pesos. Con tanto caso por coronavirus, esos gastos se multiplican, y ni los hospitales ni las EPS podrían con esa carga sin la ayuda del gobierno”.
La vida de los médicos es dura con o sin pandemia, pero el coronavirus ¿cómo cambió su trabajo?
“La pandemia solo le agrego un agravante a la debacle del sistema y es muerte por múltiples causas y por el mismo coronavirus. Lo grave de la pandemia es poder ver, de manera tangible, lo que los politiqueros hacen con los recursos de la nación. En cuanto a mi labor, sigue siendo la misma, pero con un poco de más presión”.
¿A usted ya le dio coronavirus?
“Me infecté con coronavirus en septiembre de 2020. Mi hermana también lo presentó. Gracias a Dios no le pasó nada, por su preexistencia. Lo más importante para un médico es la familia”.
¿Es muy duro ver a los pacientes graves? ¿La pasan mal?
“Los síntomas van desde una fiebre, diarrea, dolor osteomuscular, pérdida del olfato, pérdida del gusto y síndrome de coagulopatía, que origina complicaciones severas para la oxigenación de tejidos corporales (órganos), y por ende la muerte”.
¿Se están haciendo bien los controles, la prevención del coronavirus?
“Lo que nosotros hemos podido rescatar es que la taquicardia (aumento de la frecuencia cardíaca), y la saturación baja con síntomas, son claves para detectar la mayoría de infectados y no la medición de temperatura que se hace en todas partes. Ésta solo identifica al que presenta la fase febril, y no todos la tienen”.
¿El problema del coronavirus se acrecienta debido al mal estado de nuestro sistema de salud?
“El sistema de salud colombiano está mal por corrupción. Es la infección más grave que padece la salud en Colombia: la corrupción. Y a eso súmele la cantidad de migrantes, que están desprotegidos, pero hay que atenderlos, por humanidad, porque es nuestra labor. El sistema está destruido”.
Cómo médico, ¿esta pandemia lo ha llevado a reflexionar sobre su vida, sobre la vida en general?
La pandemia ha hecho que reflexionemos todos. Yo, por ejemplo, inicié una cruzada para sensibilizar a los médicos en formación y a la ciudadanía en general sobre los hábitos de vida saludables. La gente debe empezar a priorizar su calidad de vida, y la calidad de vida es vivir saludable, comiendo bien, durmiendo bien, haciendo deporte. Sin las preexistencias, no se habría muerto tanta gente. Y para eso no se necesita dinero, simplemente un básico autocuidado. Esta situación me ha hecho ver cada vez con más claridad lo frágil que es el ser humano”.
¿Cómo ha visto el comportamiento de la pandemia en Medellín?
“Medellín es una ciudad donde la gente se aferra mucho a la fe. Gracias a esa fe, la gente ha podido contener la enfermedad. Es visible la irresponsabilidad de muchos, pero la mayoría de la gente cumple y mantiene la esperanza en que todo va a cambiar, a mejorar. Lo único que no se puede contener, repito, es la corrupción”.
¿Usted o sus compañeros de trabajo han padecido el virus o han tenido problemas psicológicos?
“A todos nos dio coronavirus. En cuanto a los problemas de tipo psicológico, el personal de la salud convive con ellos, y no es sólo un asunto de la pandemia. Padecemos síndrome del ‘quemado’, ansiedad y depresión. Son males perpetuos”.
¿Cómo es su día a día, le queda tiempo para su vida personal?
“En el mes laboro casi 200 horas: 12 horas diarias, de día o de noche. Trabajo los fines de semana con mucha frecuencia. El tiempo para comer es poco y a deshoras. Tratamos de no consumir licor y a la familia y a los amigos los vemos poco para no contaminarlos”.
¿El gobierno ha sido un aliado del gremio de la salud en esta pandemia, o más o menos?
“Los gobernantes colombianos no piensan en el futuro ni en el país, la mayoría sólo piensan en cómo conseguir dinero de los recursos del Estado. Hacen todo lo contrario a lo que la promesa constitucional dice. Estamos vibrando en frecuencias muy alejadas de lo ideal”.
Entonces, ¿qué lo motiva a seguir luchando cada día?
“Nos impulsa a seguir en esto el espíritu de servicio y de ayuda a los seres que nos necesitan”.