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“Para que nuestros desaparecidos permanezcan vivos en los corazones de quienes los recuerdan”

Cuando llueve, María Elena va prendiendo velitas por toda la casa y en silencio, recita sus oraciones pidiéndole a Dios y a la virgen que escampe. Para su familia este ritual es común desde hace muchos años, todos saben que para ella, las gotas de lluvia aumentan el dolor y la zozobra que tiene de cuenta del recuerdo de sus seres queridos desaparecidos.

Una vez, en un encuentro en el que escuchó a un secuestrado que pudo volver a la libertad, oyó narrar que lo más duro del tiempo en el que estuvo capturado, era cuando llovía. Sus camas eran unos tablones y el techo unos improvisados pedazos de plástico, así que las gotas incesantes, eran una verdadera tortura.

María Elena Toro pertenece a las Madres de la Candelaria desde 1999, un grupo de mujeres que se reúnen en el atrio de la Iglesia de la Candelaria de Medellín a pedir por sus seres desaparecidos.

¿Quiénes son los desaparecidos?

Son víctimas de las guerras que ha tenido Colombia, personas que los actores armados se encargaron de invisibilizar desapareciendo sus cuerpos.

Las guerrillas de las FARC, el Ejército de Liberación Nacional, los paramilitares agrupados como Autodefensas Unidas de Colombia y la misma Fuerza Pública,  ellos han sido los instigadores y victimarios de los desaparecidos.

Sus familias han luchado por ellos por años, para saber cuál fue su última morada en la tierra, qué fue lo que pasó, para retratar y homenajear una historia que no quieren que se repita.

A María Elena le hacen falta cinco seres queridos:  Su hermana Mercedes, su cuñado Juan Carlos, su sobrina Claudia, su hijo Franklin y un compañero de su hijo llamado Guillermo. Hoy en el Día Internacional de los Desaparecidos queremos contar su historia, que es la historia de muchas personas en nuestro país y ciudad.

25 años de dolor

Mercedes, la hermana de María Elena administraba una ladrillera en Frontino junto con su esposo. Ambos, vieron una oportunidad de negocio en este pueblo, así que invirtieron todo lo que tenían en él, la ladrillera se volvió próspera y rentable debido a las minas del pueblo que tenían material para abastecerla en abundancia, esto fue lo que llamó la atención a los grupos armados, que pusieron sus ojos en ella.

A la pareja de esposos los capturaron el 2 de agosto de 1996. Más tarde, el 4 de septiembre de ese año, hicieron lo mismo con su hija Claudia.

Un año después, en 1997, fue Franklin, el hijo de 22 años de María Elena, quien desapareció con su amigo Guillermo, después de llegar a Frontino a llevar un dinero que requería la familia de cuenta de las deudas que había dejado el negocio de su tía.

Allí inició la lucha de María Elena. Llegó a las Madres de la Candelaria en 1999, y desde ese momento no ha parado de reunirse cada miércoles de 12 y media a 1 de la tarde en el atrio de la Iglesia que les dio el nombre.

La Fiscalía General de la Nación estima que solo en Antioquia entre 1995 y 2006 desaparecieron 2595 personas. En Colombia la cifra asciende a 7800 personas, aunque podría ser mucho más dolorosa por los subregistros.

“Durante estos años, hemos conseguido muchas cosas, que el Estado reconozca que hay desaparecidos y a los familiares de los desaparecidos como víctimas, también pude recuperar los cuerpos de Mercedes, Claudia y Juan Carlos. Aún me falta Franklin y Guillermo, y no voy a parar hasta que los encuentre” relata María Elena.

Los años también han dado otras alegrías, alegrías que no son ajenas, personas desaparecidas que han podido encontrar otras familias pertenecientes a las Madres de las Candelaria y que dan un aliciente al corazón de María Elena. Son años de lucha, de buscar, indagar, de tocar puertas de contar una y otra vez la misma historia dolorosa.

“Esta es una historia, que aunque triste, queremos que todos conozcan, para que no se deje nunca de contar, para que no se olvide, para que nuestros desaparecidos permanezcan vivos en los corazones de quienes los recuerdan” finaliza María Elena.

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