Desde tiempos remotos, los seres humanos hemos hecho uso de sustancias que alteran la conciencia. Plantas y animales fueron las primeras fuentes y luego mediante procesos físicos y químicos altamente complejos, se desarrollaron nuevos productos. En la actualidad es posible identificar cientos de sustancias psicoactivas a las cuales se puede acceder, desde el licor y el tabaco que son legales, hasta la marihuana, la cocaína, la heroína y las drogas sintéticas que son ilegales. Este espectro es inmenso y las dificultades ligadas con las mismas, son incontables.
Más allá de los efectos físicos, psicológicos y emocionales de las sustancias psicoactivas, los impactos sociales de su producción, venta y consumo son complejos. Más allá del uso esporádico, lo cual también implica dificultades, cuando dicha situación se convierte en adicción, quien padece las consecuencias no es solo quien accede a las sustancias, sino todo su entorno.
La adicción, entendida como una enfermedad, tiene múltiples causas que pueden ser biológicas y de predisposición orgánica, así como contextuales, culturales, sociales y familiares. Aunque hay elementos que potencian la vulnerabilidad individual (pobreza, alteración mental de base, familia disfuncional, entornos que naturalizan el consumo, entre otros), todos estamos expuestos a esta situación.
En una ciudad como Medellín, la venta y el consumo de sustancias psicoactivas (drogas como de manera cotidiana se nombra), es cada vez más alarmante. Así como en el resto del país, el consumo de estas sustancias se da cada vez a menor edad e impacta a hombres y a mujeres de manera casi semejante. Los consumos en las edades escolares tienen efectos importantes en la deserción escolar y pueden ligarse también con fenómenos como la violencia, la delincuencia y la expulsión de los hogares. En edades adultas los efectos implican desvinculación laboral, rupturas familiares, desarraigos de los entornos y múltiples violencias.
Bien sea que se trate de un estudiante de un colegio, de un padre de familia, de una persona en situación de calle, de un adolescente integrante de un combo o de una universitaria, la atención, el cuidado y el acompañamiento del Estado y del resto de las organizaciones de la sociedad civil, habrán de estar presentes.
Para ello se requiere de una decisión política contundente y de unas estrategias del gobierno local que prioricen este abordaje. Desde lo presupuestal y lo programático este es un asunto que no da espera y que requiere de la revisión de los programas y proyectos vigentes, así como de la construcción de otras alternativas para el tratamiento de este fenómeno. Vigilar, controlar y sancionar los fenómenos ligados a la producción y a la venta de las drogas son asuntos requeridos, así como el diseño de estrategias cada vez más integrales que más que perseguir y sancionar al consumidor y al adicto, les permita restablecer su equilibrio y construir alternativas diferentes para su vida. Hay que hacerles frente a estas situaciones en toda su complejidad y actuar con decisión desde las entidades públicas. Ello articulado con otros sectores de la sociedad permitirá ayudar a entender que las problemáticas ligadas a las drogas son un asunto de todos.