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¿La niñez del futuro?

Medellín fue pionera en adoptar la Política Pública de Protección y Atención Integral a la Infancia y la Adolescencia mediante el acuerdo municipal 84 de 2006 y su decreto reglamentario, que define la niñez como sujetos políticos de protección y de derechos en la ciudad y la ruralidad.

¿Qué hay entre el decreto y la realidad?

• Nicolle, de cinco años, llega tarde a su colegio todos los días: tiene que esperar que su hermanita, que asiste en la jornada contraria, le preste el uniforme; llega sucia, sin bañar, sin lavarse los dientes ni la cara, los compañeros no se le acercan. Juega sola y se cuida de no ensuciar el uniforme compartido. El único alimento en todo el día es el almuerzo que recibe en el colegio. Tiene dos hermanitas más grandes. La mamá no trabaja, tiene detención domiciliaria por tráfico de drogas y de armas. Viven en una casa de tres metros cuadrados hecha de tablas de madera y tejas de zinc. No hay agua, ni luz, ni comida. Ni decreto.

• Juan Diego es otro de los niños de cinco años. Le faltan ocho dientes, asoman de su boca cuatro colmillos rabiosos y un vacío tan grande como su infancia, quiere hacerse y hacerle daño a todo el que pueda. Persigue a las niñas, las coge del cuello y las aprieta, muerde a los niños y les tira los juguetes y las sillas. No mide los riesgos. Cuando tenía tres años, estaba con su tío adolescente sentados en la puerta de su casa, pasaron otros dos adolescentes en una moto, le dispararon al tío y quedó muerto sobre las piernas de Juan Diego. Y esta vez el decreto no protegió ni a Juan Diego, ni al tío, ni a los otros adolescentes.

• Érika tiene 13 años, camina cogida de la mano de un hombre blanco, con ojos azules, que habla otro idioma y mide dos metros de maldad. Ella no encuentra a nadie que haga cumplir ese decreto.

Por donde uno camine, esta ciudad se va a encontrar con niños, niñas y adolescentes como Nicolle, Juan Diego y Érika, carentes de todo: de amor, familia, un adulto que los acompañe a crecer con respeto y les garantice el derecho a un baño con agua limpia, a una comida caliente, a un abrazo que aleje el miedo, a salir a jugar, a una visita al médico, a un uniforme propio, a instituciones educativas, ludotecas, bibliotecas y a otros espacios públicos seguros y protectores construidos por un alcalde responsable que se interese por el presente de los niños, niñas y adolescentes y no los ponga como faros de un futuro lejano e incierto, mientras él sueña con ser presidente.

La violencia ejercida de tantas formas, sobre los niños, niñas y adolescentes, nos tiene que hacer detener a todos y reevaluarnos como sociedad.


Seguiré abriendo los ojos para pedir perdón por todo lo que tantas veces he ignorado.

Carlos Skliar 

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