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La eterna lucha de Reinalda

En lo alto del Ocho de Marzo, barrio fundado por mujeres hace cerca de 40 años, vive Reinalda Chaverra con sus cuatro hijos y una sobrina. Ella, que todavía no llega a los 50 años de edad, ha trabajado, desde los 13, en más de 20 casas de familia, como empleada del servicio doméstica.

Nació en Tutunendo, Chocó, y fue traída hasta Medellín, con engaños, para ser esclavizada en una casa a más de 200 kilómetros de la suya, donde le pagaban con ropas viejas y la dejaban comer de las sobras, si sobraba.

Reinalda salió de su natal Tutunendo huyendo de la guerra, corrió para Medellín, ya siendo madre de un hijo y con otro en camino. Armó un rancho como pudo en Vallejuelos, donde un grupo de delincuentes, querían quedarse con su pequeño. “Él es de los nuestros, señora, no se lo vaya a llevar”, le decían, pero ella se lo llevó, en un camión, hasta Manrique.

“Y allá fue otro infierno. Se prendían esos barrios y las balas pasaban zumbando por nuestras cabezas. Había que esconderse en el baño”, cuenta la señora, quien finalmente encontró sosiego en Ocho de Marzo, y continuó trabajando en casas de familia y restaurantes.

“Un día, una señora me quiso negar mi liquidación, después de echarme sin motivo. Mi hija, que ya había nacido, se había quemado, y yo corrí a llevarla a urgencias, pedí permiso y me lo negó, y cuando regresé, me dijo que había dejado el trabajo tirado. Eso me dio rabia y la demandé”, cuenta Reinalda, quien desde entonces fundó el sindicato Unión de Trabajadoras Afro del Servicio Doméstico, Utrasd, colectivo que hoy ayuda a más de 400 mujeres a recuperar su dignidad y a hacer valer sus derechos como trabajadoras.

“Llega el momento en que uno no puede callar más, y este año, con la pandemia, ha sido otro de esos momentos, porque a muchas trabajadoras las secuestraron en las casas, y a otras las echaron sin razón”, expresa Reinalda, quien además de ayudar a otras mujeres, tiene el deseo de montar un emprendimiento de comida gourmet, con platos de su amado Pacífico.

“Lo que más que me gusta en esta vida es cocinar, hacer platos deliciosos, con recetas del Pacífico colombiano”, dice la señora, quien ahora, cercana a los 50 años y con sus ojos abiertos como dos ventanas en verano, por fin siente que la vida le ha regalado un poco de paz, paz que le faltó cuando era niña, y una paz que quiere para sus cuatro hijos.

“Hay mucho que hacer con las empleadas domésticas. Cómo es posible, por ejemplo, que no se nos dé ayuda en medio de esta pandemia, o que nos echen así porque sí, o que nos quieran dejar encerradas en las casas de las empleadoras, sin tener noticias de nuestras propias familias”, insiste Reinalda, quien por casualidad llegó a vivir al Ocho de Marzo, pero que ahora entiende la importancia de esa fecha, y la importancia de sus propias luchas.

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