La tarde se hace pesada cuando ya pasan de las tres. Los nueve trabajadores de la Barbería Alfa* soportan el letargo vespertino revisando las redes sociales y mirando los transeúntes que no dejan de pasar por la Plaza Botero.
Pero nadie entra a la casa de dos pisos donde funciona, desde hace más de veinte años, la barbería, y los minutos siguen pasando como apurados por el viento otoñal de un octubre presionado por La Niña.
En Alfa nadie se ha hecho rico. Más de 200 barberos y peluqueros han atendido en sus nueve sillas desde su apertura, en 1989, y aunque algunos han perdurado en el negocio o se han ido a otros, muchos más han regresado como clientes para contar sus cuitas, para exfoliar sus amarguras.
“Esta barbería siempre ha sido de las mejores del centro, pero con la pandemia se ha venido a menos. Muy poca gente entra y todo se debe a las dificultades económicas y la inseguridad del sector”, expresa Mario*, caleño que trabaja en el negocio desde su fundación, y quien vive con su esposa y dos hijas en Medellín.
“Parte del problema se debe a los extranjeros que han venido a Medellín por causa de la crisis, y todos cobran muy poco por el trabajo, eso ha hecho que el oficio pierda valor”, asegura.
En Alfa, sin embargo, trabaja un venezolano, Óscar, quien llegó a vivir a los inquilinatos de Niquitao hace cinco años y quien, gracias a las tijeras y las penillas, logró conseguir una casa y una familia en Prado Centro.
“Quiero volver a mi país, pero, por ahora, soy feliz en Colombia”.
Alfa es vecina del Museo de Antioquia y de la Iglesia de la Veracruz. Sus clientes son abundantes, aunque tras la larga cuarentena por la pandemia, han escaseado. Sus nueve trabajadores, durante el encierro, lograron sobrevivir haciendo domicilios en sus respectivos barrios, o habituándose a otros oficios como la fabricación de tapabocas.
“Todos somos amigos, y por eso volvimos a la barbería cuando se pudo abrir, pero la vida ha sido dura desde marzo”, señala Francisco, chocoano que, en su juventud, fue integrante de la selección Chocó de voleibol.
Alfa es una de las más de cien barberías que prestan servicio en La Candelaria, centro de Medellín. Estuvo cerrada durante tres largos meses y ha podido abrir sus puertas desde septiembre, poco a poco y cumpliendo todas las medias de bioseguridad. Sus trabajadores, pese a los escasos clientes, permanecen firmes en la proa de ese barco que no se hunde, a pesar de tantos momentos de zozobra y angustia.
“Esta barbería surgió por la cultura, porque venía una ola de nuevas costumbres, con el rap, con los derechos de las negritudes. La pandemia ha sido un duro escollo, pero hemos sabido seguir adelante”, dice Antonio Restrepo*, administrador del lugar, ubicado en la carrera Carabobo.
La tasa de desempleo de Medellín, en el periodo de junio hasta agosto, fue del 22,6 %, según datos de la Secretaría de Desarrollo Económico. Los trabadores de Alfa, pese a todo, no hacen parte de esa estadística.
Por Mauricio López Rueda
*Esta es una historia basada en hechos de la vida real. Los nombres y datos han sido cambiados para proteger la identidad e integridad de los entrevistados.